Solía mirarte mientras mis ojos se tornaban pálidos y vacíos… “te amo” decías, y yo intentando sonreír… “Lo sé” respondía.
De eso ya mucho tiempo pasó, muchas miradas esquivas, muchas conversaciones a medias y cientos de momentos que se llenaron de silencios incómodos que para hacer más picoso el asunto… se acomodaban muy bien en nuestro diario vivir.
Tu cabello húmedo y tu piel fría me dice que vienes de visitar a alguien, y a mí ya ni eso me importa.
Dejamos que nuestra historia se convirtiera en un triste guion que ya ha conocido tantos guionistas que nada encaja con nada, hay vacíos, hay espacios que permanecen inconexos unos con otros.
Recorro tu piel de vez en cuando, es como un paseo que sé que debo cumplir, un paseo que ya ha dejado de ser paseo y simplemente se convirtió en un punto de una lista que debo cumplir.
No digo que no lo disfruto, pero es como visitar a una dama de compañía que no se mueve, y solo se deja caer sobre la cama y abandona su cuerpo y este yace allí como si ya su alma se haya desprendido y en ese momento yo esté poseyendo a un cuerpo sin calor.
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