Hoy fui a verte al cementerio.
Llevé a Ari conmigo.
Lloró. Me dijo que te extraña mucho, que le hacés falta.
Me contó que a veces piensa en quien pudo habernos contagiado, y en cómo tal vez —si se hubiese hecho pruebas— podríamos haber evitado reunirnos, y no contagiarnos.
No puedo negar que yo también lo he pensado muchas veces, en estos cuatro años sin vos...
Pero le dije que las cosas, al final, pasan de una u otra manera.
Te llevo en mis pensamientos para siempre.
Yo suelo decir que “no es lo mío ir al cementerio”, pero lo cierto es que cada vez que voy… o no siento nada y me desconecto, o siento demasiado y termino algo rota.
Dicen que el luto no es lineal.
Y aunque tuve momentos muy duros, puedo decir que hoy estoy mejor que antes.
Pero también te extraño más.
Tal vez es porque, desde que estoy mejor, me he permitido pensarte más, llorarte más, extrañarte más.
Y en ese llanto no me perdí.
Lloré desde lo profundo y desde lo cotidiano.
Lloré sin perderme.
Eso significa que ya no me estoy ahogando.
Ayer vi tu perfil de Twitter.
Tenías como descripción: “Padre | Esposo | Hijo | Desarrollador de Software.”
Siempre fuiste claro. Siempre nos pusiste primero. Hiciste todo por nosotras.
Y no puedo dejar de pensar:
¿cómo sería nuestra vida hoy?
Pero tengo que continuar.
Tenemos que continuar.
En otra vida, tal vez.
0 comentarios:
Publicar un comentario